3. Focalizar todo en los estudios Los
educadores aseguran que una frase muy reiterada entre los estudiantes es:
"Mis padres sólo se interesan por mi rendimiento escolar; lo demás no les
importa nada". La queja no siempre es objetiva, pero los psicólogos
aseguran que refleja fielmente lo que ocurre en algunas familias, en especial
cuando surgen dificultades o los hijos no obtienen los resultados académicos
esperados. "Los estudios ocupan el mayor porcentaje de las preocupaciones
familiares y, por tanto, de las conversaciones del día a día, y muchos padres
hacen que los estudios monopolicen la vida de los hijos; y si bien lo académico
es la actividad que más tiempo les ocupa y la mayor responsabilidad de los
chavales, son también esenciales otras muchas facetas de desarrollo, como los
deportes, todo tipo de actividades lúdico culturales, el ocio, los planes y las
responsabilidades familiares, los amigos y las relaciones sociales, la
afectividad dentro y fuera del ámbito de la familia…", comenta Peralbo.
4. Premiar las notas Un recurso habitual de los padres para animar a los hijos a estudiar es prometerles grandes regalos si aprueban o si sacan buenas notas. Sin embargo, los especialistas en educación lo consideran un error. "Si buscamos estímulos de este tipo, es que algo falla, porque el niño no debería necesitar premios externos y materiales para disfrutar con el aprendizaje; su mejor estímulo debería ser descubrir cosas nuevas, plantearse retos y desarrollar sus intereses", afirma el director de la escuela Fructuós Gelabert. Los educadores consideran que las buenas notas se han de elogiar, aplaudir e incluso celebrar, pero nunca comprar, porque se convierte al niño en esclavo del estímulo material y, si a pesar de la recompensa prometida no triunfa, su sensación de fracaso y su malestar es mayor porque además de no conseguir su meta escolar se ha quedado sin regalo.
El psicólogo Benjamí Montenegro alerta especialmente sobre los premios
imposibles, como prometer a un adolescente que ha suspendido siete asignaturas
una moto si finalmente aprueba todo. "Es una salvajada que genera frustración en el chico y que a menudo deja en entredicho a
los padres cuando el chaval se entera de que le han ofrecido el premio después
de hablar con el profesor y saber que es más que probable que repita
curso", detalla. En cambio, opina que premiar las notas puede estar
justificado en casos excepcionales "como el de un chaval disléxico sin
adaptación curricular que consigue un bien en un examen de lengua".
En relación con las notas, Montenegro destaca otro error recurrente de los
padres: valorarlas a bote pronto.
"Llegan las notas y, con ellas en la mano, empezamos a hacer valoraciones,
positivas o negativas, y eso no es correcto; hay que darse un día o dos de
reflexión, enfriarse y hablar de ellas y tomar decisiones con
tranquilidad", explica. Los educadores subrayan que, en lugar de abroncar
por las notas, el papel de los padres debe ser enseñar a tolerar la
frustración y el fracaso y
ayudar al hijo a que tome conciencia de la causa y adopte posibles soluciones
para el futuro.
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