2. Querer Einsteins "Un
rasgo muy habitual en las familias actuales es el afán de sobreestimular a los
niños, desde bebés, para que desarrollen rápidamente sus
capacidades, y eso se traduce en llenar la cuna de artilugios, en un abuso de
los juegos didácticos, en querer que sepan leer y escribir con cuatro años o en
apuntarles a un montón de actividades extraescolares para descubrir y potenciar
su talento", afirma Domènech. Y explica que ese afán de que sepan muchas
cosas y cuanto antes mejor provoca una sobreestimulación que, lejos de lograr
una evolución cognitiva más rápida y talentos por encima de lo normal, suele tener efectos
contraproducentes en
forma de problemas de atención, de falta de concentración, de hiperactividad…
Esta aspiración generalizada de hijos-genios dificulta, por otra parte, que algunos padres asuman la capacidad real de sus hijos o acepten sus limitaciones. "Abundan los casos donde el nivel de exigencia de los padres supone un listón demasiado alto para el niño en cuestión y eso puede provocar desmotivación, crecientes resistencias e incluso una baja autoestima que haga cada vez más difícil todo lo relacionado con el estudio", advierte el psicólogo Ángel Peralbo.
Benjamín Montenegro pone como ejemplo los padres que imponen actividades extraescolares intelectuales a niños con dificultades académicas. "Hay niños que en el colegio tienen problemas con las lenguas y encima les apuntan a clases extraescolares de idiomas, y otros a los que les cuestan las matemáticas y al salir del cole han de ir a clases de música y solfeo; lo único que se consigue con eso es sobresaturar al chaval, que se aclare aún menos y que se frustre porque no puede cubrir las expectativas que están puestas sobre él", alerta.
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